La “paradoja del gato de Schrödinger” hace referencia a la paradoja que surge de un célebre experimento imaginario propuesto en el año 1937 por el físico Erwin Rudolf Josef Alexander Schrödinger.
Schrödinger fue un físico austríaco (más tarde nacionalizado irlandés)
que realizó importantes contribuciones en los campos de la mecánica
cuántica y la termodinámica, y que en 1933 recibió el Premio Nobel de Física por haber desarrollado la ecuación que lleva su nombre. Tras mantener una larga correspondencia con Albert Einstein,
Schrödinger propuso el experimento mental que nos ocupa para ilustrar
las diferencias entre interacción y medida en el campo de la mecánica
cuántica.
Este experimento mental consiste en imaginar a un gato que se encuentra
dentro de una caja, junto a un curioso (y peligroso) dispositivo. Este
dispositivo está formado por una ampolla de vidrio que contiene un
veneno muy volátil y un martillo que pende sobre la ampolla de forma que
puede romperla si cae sobre ella. Si esto ocurre, escapa el veneno y el
gato muere. El mecanismo que controla el martillo no es más que un
detector de partículas alfa, acondicionado de tal forma
que, si detecta una partícula alfa, el martillo se suelta, rompe la
ampolla y mata el gato. Caso contrario, el martillo permanece en su
lugar, la ampolla no se rompe y el gato sigue vivo.
Una vez que se ha montado el dispositivo y el gato está cómodamente
instalado en su interior, comienza el experimento. Al lado del detector
se coloca un átomo radiactivo especial, que tiene una probabilidad del
50% de emitir una partícula alfa en un lapso de -por ejemplo- una hora.
Cuando ese tiempo haya transcurrido, o bien el átomo ha emitido una
partícula alfa o no la ha emitido. Como resultado de esto, el martillo
habrá o no golpeado la ampolla, y el gato estará vivo o muerto. Por
supuesto, no tenemos forma de saberlo si no la abrimos la caja para comprobarlo.
Aquí es donde las leyes de la mecánica cuántica hacen de este
experimento algo mucho más interesante. En efecto, si intentamos
describir lo que ocurre en el interior de la caja mediante estos
principios, llegamos a una conclusión muy extraña: el gato es descripto
por una función de onda (extremadamente compleja, por cierto) que da
como resultado una superposición de dos estados combinados (mitad y
mitad) de “gato vivo” y “gato muerto”. Esto significa que mientras la caja permanezca cerrada, el gato estaría a la vez vivo y muerto. De alguna manera, ocurre lo mismo que con el concepto de “trayectoria”, el estado del gato ha dejado de ser algo concreto para transformarse en una probabilidad.
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